ADVERTENCIA


Si no eres una persona poco convencional y libre de prejuicios, no sigas leyendo porque te parecerá que pierdes el tiempo. Avisado quedas xD

martes, 24 de abril de 2012

 

LA INCREÍBLE HISTORIA DEL CAPITÁN Mc CUTCHEON

 

1. Se abre el telón

   
 - ¡Cagonlaleche ...!

    Entre los exegetas de la vida del capitán McCutcheon hay unanimidad en afirmar que este logion fue pronunciado por el susodicho el día 25 de Abril de 1977 entre las 10 y las  11 de la noche. No hay acuerdo, en cambio, en las frases que siguieron a tamaña expresión. Algunos han propuesto que el capitán adornó con varios juramentos determinadas referencias al mal tiempo que, según parece, soportaba. Hablando en petit comité uno de estos exegetas aventuró en una ocasión que estas frases podían haber sido las dos siguientes: "¡Puta lluvia ... calado hasta los güevos!" y "¡Jodido chino!", pero éstas no son frases canónicas. En cuanto al lugar en donde tan inspiradamente se manifestó el capitán McCutcheon, la prudencia más elemental aconseja no ser demasiado preciso, como a buen seguro entenderá quien tenga la paciencia de leer esta historia hasta su final.
  

2. Se presenta el protagonista de esta historia 

     
  El nombre de nuestro protagonista es James T. McCutcheon, hombre de edad difícil de precisar a simple vista pero que debía de estar por la época en que se desarrolla esta historia alrededor de los 55 años. Se ganaba la vida como capitán de buque mercante y desarrollaba su profesión en una amplia zona marítima que iba desde la India hasta Nueva Zelanda. Cargaba mercancías de muy variada naturaleza y estaba generalmente bien considerado dentro de su profesión. Era propietario de su propio barco, un navío con buenas dotes marineras, y llevaba una vida desahogada aunque no era rico. Podría afirmarse que el capitán McCutcheon era un hombre honrado, si bien algunas veces había transportado mercancías de contrabando, como, por otra parte, hacían todos sus compañeros de profesión. Pero hay que recalcar que el buen capitán siempre se había negado a transportar de manera fraudulenta droga o armamento, lo que de haberlo hecho le hubiera podido reportar buenos beneficios económicos. Al respecto, él solía decir en un alarde de cartesianismo que "una cosa es una cosa, y otra cosa es la otra"


    El contramaestre del Forward, que así se llamaba el barco que mandaba el capitán McCutcheon, tenía unos pocos años más que el capitán y había estado junto a nuestro protagonista prácticamente desde que éste se había iniciado en la navegación. Se llamaba Harry y nadie parecía conocer su apellido.  Ambos eran amigos íntimos y se apreciaban sinceramente, aunque en el trabajo siempre observaban el estricto protocolo determinado por el rango que cada uno de ellos ostentaba. Cuando navegaban y caía la noche, podía vérseles juntos sentados en la toldilla fumando sus pipas y mirando indolentemente la mar. Allí hablaban de lo divino y de lo humano, y siempre ... siempre el capitán se las arreglaba para introducir su tema favorito: el elogio de su abuelo el ajedrecista. El contramaestre conocía al dedillo la vida del pariente de su capitán, pero por cariño hacia éste se hacía el ignorante y se mostraba invariablemente interesado en que su amigo refiriera por enésima vez los prodigios ajedrecísticos de su abuelo.

- Tú sabes, Harry, lo de mi abuelo ¿verdad? - introducía el capitán en un 
   momento dado.
- Algo me ha contado usted en otras ocasiones, pero me encantaría
   volverlo a escuchar -respondía siempre el buen contramaestre.

       Entonces, el capitán McCutcheon se estiraba en su silla y tras pegar a su pipa una calada monumental refería con voz nostálgica la siguiente historia.  

Mi abuelo fue un gran campeón de ajedrez, y fíjate si sabía jugar bien  
    que incluso se inventó un movimiento nuevo. 

      En este punto el contramaestre enarcaba las cejas y musitaba algo así como:   

- ¡Qué tío! ¿y cual era ese movimiento?

      Como el capitán flaqueaba bastante en el mundo de las 64 casillas, respondía con evasivas y terminaba afirmando ex catedra:

 - Era un movimiento tan bueno y tan inesperado que acojonaba al
   adversario de tal modo que mi abuelo ganaba siempre. Fue tal la fama
   de este movimiento inventado por mi abuelo, que en el mundo del
   ajedrez se habla de él como "la variante de McCutcheon".

    Y ahí quedaba todo. Ni el capitán podía dar más detalles acerca de la acojonante movida de su pariente, ni el contramaestre insistía al respecto para no poner a su amigo en un aprieto.


3. Comienza la historia

       
El día 19 de abril de 1977 reinaba un ambiente sombrío a bordo del Forward. Para decirlo de manera clara: se mascaba la tragedia. Ningún miembro de la tripulación, ni siquiera el contramaestre, se hubiera atrevido, a no ser en caso de extrema necesidad,  a llamar a la puerta de la habitación donde el capitán llevaba encerrado desde hacía varias horas. Si alguien, de alguna manera milagrosa, se hubiera materializado de repente en el interior del citado aposento se hubiera encontrado con la siguiente escena: Sentado ante una mesa y agarrado con su mano izquierda a un canto de la misma, estaba el capitán McCutcheon mirando de manera siniestra a una botella de ron medio llena que sujetaba con la mano derecha. 

       ¿Qué había ocurrido para que el bueno de McCutcheon se encontrara con una tajada considerable y encerrado sin querer hablar con nadie? Todo había empezado hacia las 5.30 horas de aquel día. El capitán se había despertado bruscamente en su camarote e inmediatamente, y gracias a su dilatada experiencia como marino, se dió cuenta cabal de que algo serio había ocurrido en su barco. No necesitó mirar en derredor ni hacer ninguna prueba. Con los ojos semiabiertos, en la oscuridad del camarote, James T. McCutcheon notó sin duda alguna que el barco se había escorado repentinamente del lado de estribor.

       Como movido por un resorte el capitán se puso en pié y subió corriendo a la cubierta, en la que ya se encontraba el contramaestre y los marineros de guardia. 

- Se ha desplazado la carga - informó lacónicamente el contramaestre

   Un examen rápido en la bodega reveló que no era posible recolocar el cargamento sin tocar puerto. McCutcheon se hizo cargo con rapidez de la situación y tras dar unas pocas órdenes se encerró en su camarote. Cinco horas llevaba allí dentro rumiando su desgracia. Aunque el barco no corría peligro alguno, a pesar de que la escora superaba los 7 º, el capitán sabía que entrar de semejante guisa en cualquier puerto significaría un marrón indeleble en su hasta ahora inmaculada carrera. Ya se estaba imaginando las chanzas y cuchufletas de los otros capitanes y ya se estaba poniendo enfermo. 

    Pero no habían acabado los sobresaltos a bordo del Forward. Poco antes del mediodía, unos golpes sonaron en la puerta de los aposentos del capitán. Un gruñido a modo de respuesta animó al contramaestre, que era quien había llamado, a abrir la puerta.

- ¿Da su permiso, señor McCutcheon? - dijo con suavidad -

     El capitán torció el gesto al oir a su subordinado. Sus hombres se dirigían a él casi invariablemente llamándole "capitán". Cuando, raramente, se dirigían a él como "comandante" eso solía ser señal de que algo grave había ocurrido. Cuando se le había otorgado el título de "señor McCutcheon", lo que había acontecido unas pocas veces en su trayectoria como marino , el asunto había sido serio de veras. 

- ¿Qué ocurre, Harry? - respondió McCutcheon procurando dar a sus
    palabras un tono de serenidad.


- Tenemos un chino a bordo - dijo el contramaestre con el tono de voz
    más neutro que pudo conseguir.


      Al oir esto el capitán McCutcheon dió un respingo, se puso en pié y  se mesó hacia atrás el cabello, lo que era señal de que estaba a punto de cometer una barbaridad. Pero consiguió rehacerse y cuando respondió, su voz apenas pasaba de un bramido.

- A ver ... ¿cómo que tenemos a un chino a bordo? ¿se trata de un polizón, ¿tengo acaso un polizón en MI barco?

- Estaba en la bodega, lo ha encontrado uno de los marineros. Está aquí.
           
           Cuando escuchó estas palabras, McCutcheon perdió el control y se precipitó hacia la puerta gritando: 

 - ¡Ha sido él!, ¡cabronazo! ¡lo mato!

          A duras penas el contramaestre y dos marineros consiguieron inmovilizar al capitán justo cuando éste iba a abalanzarse sobre un hombrecillo de rasgos orientales que estaba maniatado junto a los miembros de la tripulación. Poco a poco el capitán McCutcheon fue calmándose, pero sus ojos todavía llameaban de la manera más siniestra cuando se dirigió al hombrecillo oriental con más suavidad de la que podía esperarse teniendo en cuenta la situación. Le preguntó por su nombre y procedencia y por el motivo por el que se había subido al barco. Temblando como un azogado, lo que era comprensible si se tiene en cuenta la expresión de la cara del capitán, aquel desgraciado contó una breve historia cuyos puntos más relevantes eran los siguientes: Se llamaba Xao-Lin y se había escapado de sus amos porque éstos eran muy crueles con él. Poco menos que le mataban a palos y le hacían pasar mucha hambre. Para terminar, el chino (que no era tal pero en adelante así se le llamará como hicieron todos los miembros de la tripulación del Forward) dijo que había escogido el barco del capitán porque estaba convencido que no podía ser mala persona.

          Al escuchar estas palabras, McCutcheon, que todavía hervía de indignación, aproximó su rostro al del chino y respondió con un semblante lobuno que aterrorizaba verlo:

 - ¡Ah! ¿sí? ... ¿y qué me podría impedir echarte ahora mismo a los
   tiburones que andan por ahí esperando su comida? ¿qué te hace 
   pensar, miserable chino, que soy buena persona?


              El chino, a quien no pasaba un palillo por la garganta, consiguió, al cabo de varios intentos, responder lo siguiente:

  - Es que ... yo sé que usted, capitán, es descendiente de un famoso
    ajedrecista ... seguro que usted es un hombre culto ... y un hombre
    culto no puede ser tan malo como para matar a un pobre chino ...

 - ¡Calla, miserable ...! 

            Pero, a pesar de su expresión, era evidente que el capitán McCutcheon se había desinflado como un globo. Casi que miraba con cariño al chino. Con un ademán despachó a los dos marineros y, con otro bien expresivo mandó al contramaestre que condujera al chino a sus aposentos. Allí, en presencia de su segundo al mando, retomó el interrogatorio.

 - ¿Acaso sabes tú ajedrez? -le dijo el capitán-

 - Me gusta mucho, y siempre que puedo estudio las partidas de los
    grandes maestros -respondió el chino-  Una vez, encontré una
    partida del pariente de usted y allí se elogiaba mucho la variante
   inventada por él. 

  A estas alturas, el capitán estaba a punto de reventar. Se levantó nerviosamente, se acercó a una alacena y extrajo de un cajón un tablero de ajedrez y una caja que contenía las fichas. Puso ambas cosas sobre la mesa y dijo:

  - A ver, demuéstrame que sabes mover las fichas. No me fio.

            El pequeño oriental colocó con rapidez los peones, torres y demás en sus lugares de salida y luego, con rapidez, efectuó unos pocos movimientos desde ambos lados. En un momento dado, y con gran solemnidad, tomó en su mano el alfil negro de casillas negras y, describiendo en el aire un amplio y lento movimiento, lo depositó con sumo cuidado en la casilla B4 del tablero.  Hecho esto se quedó mirando con aire satisfecho al capitán McCutcheon.

         Éste miró de hito en hito al chino y, luego, al contramaestre y de nuevo al chino, que estaba exultante. Entonces, se hizo la luz en su mente.

 - ¡¡La variante de mi abuelo!! ¡¡la variante de McCutcheon!! -exclamó- Fíjate, Harry, ¿no es acojonante? ¿no te parece que si te hacen este movimiento te cagas de miedo?

       El contramaestre, aunque no veía por ninguna parte el acojono del movimiento, respondió educadamente que sí, y  que en su vida había visto movida tan profunda y peligrosa. A partir de aquí cambió todo: el capitán empezó a tratar al chino como si de un viajo amigo se tratara, y éste cuando vió que ya no había peligro de caminar por la palanca se dirigió al capitán con estas palabras:

 -Le estoy muy agradecido por la hospitalidad que me brinda, a cambio le voy a revelar un secreto que le va a convertir en un hombre rico.

            Al escuchar estas palabras, el capitán McCutcheon entornó los ojos y miró de reojo a su amigo Harry, que ponía cara de sospecha. Como si  hubiera leído el pensamiento de los dos marinos, Xao Lin sacó un papel de uno de sus bolsillos y se lo entregó al capitán, diendo:

 - Comprendo que no se me crea, pero aquí está la prueba. En estas 
    coordenadas hay una isla. Allí se encuentra el secreto.

          Con rapidez, el capitán desplegó una gran carta de navegación sobre la mesa después de haber apartado de un manotazo la acojonante variante ajedrecística de su ilustre predecesor, y con avidez trazó dos líneas que se cortaron en un punto. Cuando el capitán levantó la vista de la carta y miró al chino, sus ojos echaban llamaradas.

 - Aquí no hay más que agua, sinvergüenza -dijo en tono amenazante-

              Pero el chino no se inmutó. Al contrario, sostuvo imperturbable la mirada del capitán y respondió con toda calma lo siguiente:

 - Con el respeto debido, capitán, esa isla nadie la conoce salvo yo.
     Compruébelo, capitán, estamos cerca. 

             No se sabe si fue por el deseo inconsciente de escapar a la vergüenza de entrar escorado a puerto o por simple afán aventurero aderezado de codicia por la promesa del chino, pero el caso es que el Forward cambió de rumbo y se dirigió hacia la isla misteriosa.

            
            A partir de este momento se pierde completamente la pista, tanto al capitán McCutcheon como a su tripulación y su barco, por espacio de dos años hasta que en mayo de 1979 se produjo el hecho más sorprendente que ha quedado registrado en la historia del ser humano.



4. La aparición del polloides


            
 La secuencia de acontecimientos que cambiaron al mundo comenzó un 16 de mayo ... y a mediados de junio el mundo civilizado estaba a punto de la revuelta popular. Pero vayamos por orden.

        El primer toque de atención surgió en Alemania, cuando cerca de 300 personas se manifestaron ruidosamente ante el ayuntamiento de Stuttgart portando muslos de pollo en sus manos. Pronto, tan original protesta fue imitada en otras grandes capitales del mundo, y raro era el día que los noticiarios no se hacían eco de las manifestaciones en favor del polloides, como pronto se las denominó. En todas estas manifestaciones, muchas de ellas violentas, siempre los manifestantes agitaban amenazadoramente en sus manos grandes muslos de pollo. En poco tiempo, la cosa fue adquiriendo un cariz preocupante: las carnicerías se vieron obligadas a cerrar porque eran continuamente asaltadas por gente enloquecida que no hacía sino gritar: ¡polloides!, ¡quremos polloides! A duras penas los hipermercados y las grandes superficies pudieron seguir abiertos, pero a costa de nutrida vigilancia policial. Hacia finales de junio de ese año la situación mundial era ya insostenible:  las revueltas eran continuas, y los manifestantes ya no se limitaban como al principio a enarbolar muslos de pollo, sino que portaban pollos completos que arrojaban con violencia a los policías que acudían a controlar a la masa. 

     ¿Qué había ocurrido? ¿A qué se debían las violentas manifestaciones reclamando polloides? Resulta que un buen día, en determinadas carnicerías de todo el mundo, apareció un manjar rotulado escuetamente como "carne de polloides" Quienes tuvieron la fortuna de probarla ya no tuvieron paz. Aquella era la más sabrosa, tierna, aromática y jugosa de todas las carnes. Nadie había probado cosa semejante. Pero tal como apareció, desapareció poco después (probablemente por el consumo desmedido que se hizo de ella), y las personas de todo el mundo se echaron a la calle reclamando más polloides.

   Como la humanidad se encontraba prácticamente en guerra, se hizo necesaria la intervención del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, que se reunió en sesión plenaria el primer día del mes de julio. Su presidente, el ilustre Rabindranath Azmasparasvilli abrió la sesión con estas palabras:

 - Señoras   y  Señores  consejeros, a  nadie se le oculta la gravedad de la 
   situación mundial,   que exige   una  respuesta  adecuada  y  rápida por  
   nuestra parte.  Es  necesario que  el mundo  vuelva al punto  donde  se 
   encontraba antes de la aparición del polloides. Con el fin de concretar el
   problema, voy a presentar ante ustedes las conclusiones a las  que han
   llegado los expertos que han sido consultados acerca de  la naturaleza 
   del polloides. Presento a ustedes al Dr. Marcel Poulet ... - si alguien
   vuelve a reirse le invitaré a que abandone la sala ... perdone, Dr, tiene
   usted la palabra.

     Un hombre que no tendría ni cuarenta años se levantó y se aproximó al atril de oradores. Después de mirar a los asistentes comenzó con estas palabras:


 - Señoras  y  señores  consejeros,  creo  interpretar  acertadamente   la 
    situación  si  paso  directamente    al   asunto    prescindiendo  de  las 
    formalidades.  -murmullos de aprobación- Mi equipo ha estudiado de      
   forma exhaustiva las muestras de polloides y estas son las conclusiones 
    que presento a la  consideración de ustedes.
    Dejando  aparte el detalle  de que esta carne ha aparecido de manera 
    repentina en  el mercado sin que haya  sido sometida  a  los  controles 
    sanitarios y fiscales de rigor, podemos  afirmar  lo  siguiente en relación 
    con la carne de polloides.

 El doctor Poulet se aclaró la garganta y prosiguió en estos términos:

    Ante todo, hay que  afirmar sin restricciones  de  ninguna clase  que el 
    polloides   no solo es el manjar más delicioso de que se tiene constancia
   en toda la historia humana, sino que no presenta ninguna característica,
    ni  química  ni  biológica,   que   suponga  peligro  para  la  salud  de  las
    personas  -suspiros de alivio- es más, sus propiedades alimenticias son
    del  todo  excelentes:  su bajo contenido en grasa y su muy equilibrada
   composición proteínica le hacen muy adecuado para el consumo humano
   a todos los niveles. 
 
    Pero, claro es,  aquí  no comparezco  para  elogiar  este alimento -que   
    eso ya se ha hecho en repetidas ocasiones en todo el mundo- sino para
     intentar esclarecer qué clase de animal es el que suministra esa carne.
    La primera pista  la  obtuvimos de la denominación  que aparecía en la
    etiqueta del producto.  Como es sabido,  los envases conteniendo esta 
    carne aparecieron de manera repentina y simultánea en varios lugares
    del mundo,   y  en  todos  estos  envases  figuraba  la  denominación de
    "Carne de Polloides", así, sin más. Ni procedencia, ni registro sanitario,
    ni  nada   de  lo  que  es  habitual.   Sorprende que este producto haya
    conseguido  invadir  el  mundo  sin que se  hayan  enterado  de ello las 
     autoridaders competentes, pero dejemos esto a quienes competa.

   ¿Por qué fue llamado  "polloides" ? Evidentemente alguien versado en la
   lengua  latina escogió  esta denominación para poner de manifiesto  la
   semejanza de esta carne con la del pollo de granja. En efecto, así es, y     esta semejanza trasciende la forma o el sabor, como enseguida
    explicaré a ustedes. Al mercado han llegado dos clases de piezas    
   de polloides: muslos y pechugas. Por de pronto, puedo afirmar con
   absoluta rotundidad qué NO ES el polloides.
    
    El   polloides  no  es  un  mamífero,    esto  es  claro  por  una  serie  de
    características anatómicas que no hace al caso exponer aquí pero que,
    como  es  natural,   se  encuentran  detalladas   y  convenientemente
    explicadas en  el  informe  que  he  elevado  al presidente  del Consejo.
    Tampoco  se  trata de un  pez,   por otra serie de razones igualmente
    concluyentes. Entonces, ¿qué nos queda?  ... -el doctor Poulet hizo
    aquí una pausa solemne-  pues no quedan sino tres alternativas: que 
    se  trate  de  un   ave,   o  de   un   reptil,   o  de  una  clase  de animal
    absolutamente  nueva.    Esto último  hay   que  descartarlo  por   ser
    completamente absurdo .......   a no ser que se piense  que  tenemos 
    comercio  con  alguna raza  extraterrestre.    En fin, seamos serios y
    prosigamos. Así, pues, queda por resolver el siguiente dilema: ¿ave o
    reptil?

         El doctor Poulet, un bioquímico de fama mundial, nunca se había visto ante auditorio más entregado que aquél, así que se recreó en su actuación.

  - Una    alternativa   fascinante,   por cierto,    y  no  es   sencillo  escoger.
    Aunque algunos de ustedes a lo mejor no lo creen, los reptiles y las aves
    son   grupos  emparentados.   Yo,  señoras  y   señores  consejeros,  en 
    nombre   del    equipo   multidisciplinar   que   me   honro   en   coordinar,
    manifiesto  mi  estupefacción  ante  el  polloides. El resultado de los
     análisis practicados a la carne de polloides arrojan un resultado
    imposible de aceptar.
  
    Con un gesto bien explícito el presidente acalló los murmullos de la sala y dijo:


     - Agradezco al doctor Poulet sus explicaciones. A cada uno de ustedes
         se  enviará  el informe completo  redactado  por  el equipo coordinado
         por el doctor. Ahora, abro el turno de palabra para  que se soliciten     
         del   doctor  Poulet   las aclaraciones  que ustedes puedan considerar
         pertinentes.

    No hubo necesidad de prolongar la sesión, ya que con la respuesta a la primera pregunta se despejó la incógnita principal.

   - Doctor, ¿qué clase de animal es ése que usted no puede ni siquiera
     considerar calificándolo como imposible?
    
   Cualquiera hubiera podido formular la pregunta, pues esta incertidumbre estaba matando al mundo entero. El honor correspondió al ilustre Sir Henry Ricroft, lord británico que desde que había probado la carne de polloides sin haber podido repetir por falta de existencias, sufría un síndrome de abstinencia más severo que el que padeció años atrás cuando se dejó, simultáneamente, de fumar, de beber y de aspirar pegamento. Cuando el bioquímico se dispuso a contestar, se produjo un silencio como pocas veces se ha experimentado.

      El parlamento del doctor Poulet fue breve, pero causó un impacto inenarrable.

  - Señor,   a    despecho   de   las  evidencias  científicas   he   hablado   de
     imposibilidad    porque,    si    nos   atuviéramos  exclusivamente  a    los
     exámenes  practicados sobre la carne de polloides, deberíamos afirmar
     sin duda alguna que el polloides es un dinosaurio.


5.  Conclusión

 
          Ahora se puede entender el exabrupto  citado al principio de esta historia. Al llegar a la isla misteriosa, que encontraron en el lugar exacto indicado por el chino Xao Lin, el capitán McCutcheon y sus hombres se apostaron en un lugar donde el chino les aconsejó. Era de noche y llovía a cántaros.

  - ¡Cagonlaleche ...!  

    Es lo menos que el buen capitán pudo exclamar, pues de repente casi se dió de bruces contra un bicho que al capitán le pareció un pollo gigante, que le miraba con ojos astutos.

     El mundo ya no fue el mismo a partir de ese momento. Ni tampoco el capitán McCutcheon, que se enriqueció hasta extremos casi indecentes a costa de una hasta entonces aislada población de lo que el bueno del capitán llamó muy acertadamente "dinopollos".

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